El rugby es un deporte cuya participación en los Juegos Olímpicos ha sido inconstante a través de la historia, en gran medida por la poca participación internacional que en un inicio tuvo. Si bien estuvo presente a partir de los Juegos de 1900, en parte gracias al impulso del historiador y promotor deportivo francés Pierre de Coubertin (a la sazón Presidente del Comité Olímpico Internacional), lo cierto es que únicamente tres Comités se presentaron a la competición ese año: Alemania, Inglaterra y, por supuesto, Francia, aunque se debe señalar que los dos primeros fueron representados por clubes y no por selecciones nacionales. Así, la historia del rugby en la justa Olímpica ha sido más que errática: luego de no aparecer en 1904, en los Juegos de 1908 este deporte volvió a tener presencia, esta vez representado por Australasia (Australia y Nueva Zelanda), Inglaterra y Francia. En 1912 y 1916 (evento cancelado por la I Guerra Mundial), no hubo competición de rugby. En 1920 sólo dos equipos jugaron (Francia y Estados Unidos). En 1924 lo hicieron tres: Francia (anfitrión), Estados Unidos y Rumania. A partir de entonces, y tras la salida de Coubertin de la presidencia del COI, el rugby fue eliminado del programa olímpico.
En 1988, luego de años de presión por parte de diversas instancias federadas, fue la propia International Rugby Board (no reconocida como Federación hasta 1995) la que solicitó que no se incluyera a este deporte, debido a que su reglamentación indica que los jugadores deben tener un período de descanso de 7 días entre un partido y otro, algo difícil de realizar dentro del calendario y dinámica de los Juegos Olímpicos.
En 2005, y tras la eliminación del softbol y el béisbol como deportes olímpicos, se propuso al rugby entre una terna para regresar a los Juegos. En 2009, se propuso y aprobó por fin la inclusión del rugby en los Juegos Olímpicos, dentro del marco del XIII Congreso del Comité Olímpico Internacional, una medida aplicable a los juegos de 2016 y 2020.