Cuando hablamos de la capital de México, las palabras Distrito Federal se aparecen inmediatamente en nuestra cabeza como el nombre propio de la ciudad. Y es que bajo este nombre fue conocida la Ciudad de México desde el lejano año 1824, cuando el Congreso de la Primera República Federal (la que se constuyó tras la disolución del imperio de Agustín de Iturbide) decidió crear un Distrito Federal, un territorio independiente de los estados de la República, en el que se pudieran albergar los poderes de la Federación evitando que alguno de los gobiernos estatales pudiera influenciar más que otro en éstos.
La creación del Distrito Federal implicó la extinción de sus libertades políticas, entre ellas la elección democrática de sus autoridades, que pasaron a ser designadas directamente por el gobierno federal, al estar el Distrito bajo su jurisdicción.
Sin embargo, tras el terremoto de 1985 comenzó la transformación y democratización de la Ciudad, cuando se crearon diversos espacios de organización ciudadana, que derivaron en la “victoria” del Frente Democrático Nacional en la capital mexicana, donde superó en votos al partido oficial, el PRI. En este contexto, y ante la necesidad de mayor representación ciudadana, surgió la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, que en 1994 adquirió el rango de Asamblea Legislativa.
En 1997, gracias a una reforma constitucional, los habitantes de la Ciudad de México acudieron a elecciones para votar a sus autoridades locales, por vez primera desde 1824, resultando electo Cuauhtémoc Cárdenas, como el primer Jefe de Gobierno del Distrito Federal.
Tras años de deliberación, el 29 de enero de 2016 la independencia política de la ciudad se consolidó, al promulgarse la reforma con la que el Distrito Federal dejaba de existir para dar paso a una nueva entidad completamente autónoma, con los derechos y responsabilidades de los estados del país, pero sin perder su estatus de capital de la nación: la Ciudad de México. Con esto, México se conviertió en una ciudad-estado, con plenos derechos políticos como entidad, como tener su propia Constitución.