Las dietas son quizá la forma más efectiva y rápida de perder peso, cuando son las adecuadas, preferentemente recomendadas por un experto y sobre todo, cuando son seguidas de manera puntual. Sólo una de cada cinco personas es capaz de cumplir exitosamente con un régimen alimenticio, y ante el fracaso en la auto imposición de la disciplina que la dieta exige, se genera un círculo vicioso que puede llegar a volverse depresivo, y que deriva en la ingestión desmesurada de alimentos con el conocido “rebote”.
La dieta en sí misma puede provocar cambios en el estado de ánimo (química cerebral), debido a la reducción drástica en el consumo de calorías. Puede provocar irritabilidad o hasta dolor de cabeza y fatiga. Por la misma razón, genera un hambre constante, que tiene que ser saciada por medio de alimentos saludables.
También influye la presión social, cuando se convive con gente que no está siguiendo una dieta. Mentalmente asociamos la comida con las respuestas emocionales (a manera de recompensa), lo cual también es un factor que hace fracasar un régimen.
En términos generales, las dietas fracasan debido a la falta de disciplina para seguirlas como están diseñadas, incluyendo el seguirlas durante el tiempo requerido para poder ver resultados, sin someternos a las presiones psicológicas y sociales que nos orillan a ingerir alimentos que engordan.
No obstante lo anterior, existen casos en que bajar de peso es sumamente difícil debido a situaciones ajenas a la voluntad o disciplina de las personas, por ejemplo la condición genética u hormonal, y en los que no es recomendable seguir una dieta rígida ni reducir drásticamente, de un día a otro, el consumo de calorías. Lo más aconsejable es, siempre, recurrir a un especialista, preferentemente un nutriólogo, el cual puede recomendar con muchas más bases la dieta adecuada a seguirse según el perfil de cada inviduo.