Padre de la Patria es una frase que se utiliza para denominar a los próceres que jugaron un papel determinante en la historia de sus países. En México, Don Miguel Hidalgo y Costilla, sacerdote católico nacido en Pénjamo, actual estado de Guanajuato, lleva este honor.

Esto se debe a su participación como el principal líder militar al inicio del llamado movimiento insurgente, que detonó el 16 de septiembre de 1810, con el ideal de que México se convirtiera en un Estado independiente a la corona de España. Hidalgo, a la postre, moriría al año siguiente, fusilado por las tropas enemigas.

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Aunque la conspiración inicial, que tuvo lugar en Querétaro, fue iniciada por Miguel Domínguez y su esposa Josefa Ortíz, junto a Mariano Abasolo, Juan Aldama e Ignacio Allende, al producirse el denominado Grito de Dolores (levantamiento al que la historiografía oficial reconoce como el inicio de la guerra de Independencia contra España), Hidalgo asumió el liderazgo de la insurrección, rol que le había sido asignado previamente por los conjurados y para el cual le convocaron a enrolarse en sus filas.

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La aprehensión del padre de la Patria

Debido a la delación de un militar realista infiltrado en las fuerzas sublevadas, Ignacio Elizondo, Hidalgo y los demás líderes insurgentes de esta primera etapa fueron aprehendidos y trasladados a Chihuahua, donde fueron juzgados por alta traición, fusilados, y sus cabezas enjauladas.

Cabe señalar que la Iglesia católica, vía el Tribunal de la Inquisición, degradó al futuro Padre de la Patria de su condición sacerdotal, juzgándolo por “sedicioso, cismático y hereje”, proceso que terminó en 1811, cuando lo entregó a las autoridades de la Nueva España para que fuera ejecutado ya sin su investidura religiosa.

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